Sobre la
gestión cultural
Bueno,
primero quiero que conste que no prometí ser juicioso con esto de la escritura.
Hoy retomo a propósito de un par de invitaciones que he recibido para hablar de
mi experiencia como gestor independiente -o indie-gestor- en dos escuelas de
música de Bogotá. Y retomo porque justo
estaba hablando en las entradas anteriores sobre “la industria” y “la empresa”
y quedé de escribir sobre “la gestión cultural” -como la entiendo yo, claro-.
Para
resumir las entradas anteriores decía que el fin de la industria es hacer cosas
y el de la empresa es hacer plata. Obviamente es mucho mas complejo pero para
efectos de lo que quiero contar hoy creo está bien así. Decía yo, que me
considero gestor cultural y quedé de contarles el por qué. Como de costumbre en
esta trilogía, voy a comenzar con la primera definición que sale en Google, la
de Wikipedia.
Y dice así con entonado acento: Gestión es la
asunción y ejercicio de responsabilidades sobre un proceso (es decir, sobre un
conjunto de actividades) lo que incluye:
·
La preocupación por la
disposición de los recursos y estructuras necesarias para que tenga lugar.
·
La coordinación de sus
actividades (y correspondientes interacciones).
·
La rendición de
cuentas ante el abanico de agentes interesados por los efectos que se espera
que el proceso desencadene.
Como es tan
pero tan pero tan claro esto que acabo de copiar y pegar y tengo sueño debería dejarlo
ahí, pero como ya me comprometí con las charlas y me siento muy identificado
con la Wikipedia mejor voy a usar esa definición. Lo primero es que leí
“asunción”, me imaginé a la Virgen María subiendo a los cielos y me volvieron
las ganas de escribir ¡Aleluya!. Asunción es aceptación, responsabilidades son
responsabilidades y concluye con proceso que es una palabra que no le gusta
tanto a la gente…
Lo
primero que estamos hablando de un proceso que se lleva a cabo y para el cual
debemos disponer de recursos y estructuras. Si quiero hacer un festival
necesito músicos, un teatro para los conciertos, una página web para comunicar
la programación, etc. Necesitamos de todas estas cosas, entre muchas otras, y
la labor del gestor es conseguirlas. ¿Cómo? ¡Eso si es problema del gestor!
Seguramente en este punto cierto tipo de lector dirá ¿Quién lo manda a meterse
a hacer vainas? ¡A mi que me paguen mi concierto! Y si, ahí es donde se
complica todo porque a veces no hay plata. Pero ahora resolvemos eso, sigamos
adelante.
Pero no
mentiras, no se puede seguir adelante, hay que seguir es para atrás y hacer una
pregunta. ¿Para qué? Y es que en la
gestión, a diferencia de la empresa, los proyectos se emprenden sin pensar en
el dinero como fin último. Yo por ejemplo programo, con varios amigos, un
festival para contarle a la gente que la canción está viva y –entre otros
muchos objetivos- generar una red de circulación con los músicos que se
presentan año tras año. Para lograr esto debemos generar recursos, algunos
representados en dinero y otros en especie. Puedo pedir un teatro prestado, un
pasaje aéreo patrocinado a una embajada, canjear publicidad en una radio por un
servicio, presentar una convocatoria para poder pagar músicos y personal de
producción… Pero ojo, que también puedo gestionar un dinero para pagar un
teatro y pedirle a algún músico que toque sin cobrar.
Si fuera
un empresario dispondría (gestionaría) todos estos recursos para obtener un
lucro al final. No estoy diciendo que los empresarios de la cultura no hagan
una gran labor en la difusión del arte, la generación de redes, etc. pero hay
que estar claros en que su objetivo principal es otro. Basta una sencilla tabla
de Excel para que un empresario determine si es rentable o no presentar un
espectáculo. Es muy simple: se suman las entradas, se restan los costos y el
resultado es la ganancia o la pérdida. Si el ejercicio arroja pérdida el
espectáculo no se hace y punto. Por esta razón, para un empresario sería
impensable -como negocio- hacer un festival con músicos que no sean reconocidos
pues de eso depende que obtenga un lucro, ya sea por la venta de boletas o de
patrocinio.
En la
gestión no es tan sencillo pero de nuevo debo aclarar que no estoy diciendo que
a los gestores no nos interese generar ganancias, solo que las ganancias no sólo
están representadas en dinero y los valores que generamos no se pueden sumar y
restar entre si para obtener una cifra. Si queremos obtener dinero para que el
trabajo de todo el mundo esté bien remunerado, pero el objetivo va mucho mas
allá de eso. En este punto el músico de
seño fruncido me dirá: ¿Ya me va a salir con el cuento que me va a dar el
espacio para mostrar mi trabajo? ¡A mi no me crea tan pendejo!. Y algunos
gestores desencantados replicarán: ¡Pues si lo que quiere es ganar billete,
ponga una puesto de empanadas!
Pero tranquilos,
¡no pelién que salen jugando! Es que las cosas se enredan generalmente por
falta de claridad en los conceptos… Muchas veces debemos enfrentarnos a
empresarios disfrazados de gestores y otras tantas los músicos tratamos a los
gestores como si fueran empresarios. Y, como a todos nos enseñaron en el
colegio, no se pueden sumar manzanas con peras y creo que ahí está la clave de
todo. Sin embargo, no siempre es fácil reconocer un gestor de un empresario.
Algunos pensaran que sí, que uno lleva corbata y viaja en Mercedes Benz
mientras el otro usa mochila y llega en bus a las citas, pero no. Y como ese
tema da para otra entrada, mejor paso a resumir y dejar sentada mi posición con
esto de la industria, la empresa y la gestión a ver si puedo escribir de temas
mas entretenidos…
Lo que creo en últimas es que los músicos, artistas -y los seres humanos
en general- deberíamos tener una mayor conciencia de nuestros propios procesos,
entender que existen muchos tipos de valores diferentes al dinero (generación
de redes, promoción, experiencia, aprendizaje, retroalimentación) que tienen
mayor o menor relevancia dependiendo de la etapa del proceso en que nos
encontremos; y también que podemos ejercer diferentes tipos de rol dependiendo
del punto en el que estamos y el agente al que nos enfrentamos. ¿Y esto por
qué? Bueno pues volvamos a la definición, el punto final de la gestión implica
“La rendición de cuentas ante el abanico
de agentes interesados por los efectos que se espera que el proceso
desencadene”. Si el músico que invito a mi festival quiere dinero y yo le
entrego una red se va a sentir tumbado; de igual manera si un músico viene de
muy lejos pensando en hacer promoción pero no obtiene ninguna entrevista y no
va a verlo la gente adecuada, aunque esté muy bien remunerado en lo económico,
también se va a sentir defraudado.
Lastimosamente los artistas muchas veces no sabemos en qué punto de nuestro
proceso estamos, que queremos y mucho menos qué necesitamos. Terminamos tocando
en espacios privados que “nos dan el espacio” y exigiéndole al dueño de un bar
diminuto condiciones impensables para presentarnos. Nos endeudamos para ir a
tocar gratis –e incluso pagando- a un festival al otro lado del mundo solo por
ponerlo en la hoja de vida y dejamos pasar oportunidades reales en nuestro país
e incluso en nuestra propia ciudad. Si acaso la alcaldía, municipalidad o
algún ente estatal nos compra un concierto a buen precio optamos por no
anunciarlo porque no entendemos que el dinero de la cultura es para las personas y no para los artistas,
nos cuesta reconocer que somos simples emisarios. Eso va para otra entrada también.
En lo personal creo que el reto de los gestores es poder delimitar y
aclarar esa serie de valores que no necesariamente se pueden cuantificar en el
Excel y convertirlos en algo concreto que pueda, si no medirse, al menos
evaluarse con el tiempo para obtener mejores resultados. Y simultáneamente abogar
por que todas las personas involucradas en la gestión (artistas, técnicos,
productores, escenarios) estén mejor remuneradas en la medida de lo posible
pues hay que decirlo, muchas veces terminamos siendo unos terribles intermediarios
entre la empresa privada, el sector publico, los artistas y el público pues hacemos todo por complacer al cliente Estado o empresa privada y tratamos a los artistas como simple mano de obra, vale decirlo, casi siempre mal remunerada.
En este proceso de hacer gestión por impulso, intuición, necedad y
necesidad, he cometido miles de errores, pero después de muchos años también empiezan
a verse los frutos del trabajo constante. Solo que son frutos impensados, de
dimensiones, formas y sabores extraños. No llegaron en forma fama,
reconocimiento mundial y contratos multimillonarios, pero hay algo en esos
frutos que me hace pensar que valió la pena. En las siguientes entradas trataré
de transmitirles algunas impresiones, imágenes e intuiciones que me quedan de
andar y leer este camino de músico indie-gestor. Y, como siempre, espero que
alguien le aproveche.