Desde hace unos
años en toda Latinoamérica, y específicamente en Colombia, los artistas hemos
asistido a un proceso de “formalización” de nuestro oficio. Este proceso ha
estado liderado por diferentes entidades como ministerios, alcaldías,
secretarías de cultura, cámaras de comercio, etc. La premisa es muy sencilla: no
basta con ser buenos en lo que hacemos, tenemos que ser empresarios de nuestras
carreras. Esto significa, en primera instancia, desarrollar competencias en
campos como mercadeo, derecho (en diferentes
especialidades), contabilidad, administración, comunicación social, entre otros.
En segunda instancia debemos constituir empresas. Por eso en Colombia, en la
actualidad, es prácticamente imposible presentarse a alguna convocatoria u
ofrecer algún servicio ante las entidades públicas locales o estatales –tristemente
los principales mecenas de la cultura- sin cumplir con este requisito.
Hasta acá la
cosa va bien. Como el propósito de estas entidades es que progresemos, crean
normas que nos obligan a constituir empresas. Pero claro, no aspiran a que nos
volvamos empresarios de la noche a la mañana. Para que podamos enfrentar el
reto de pasar de ser simples artistas desconocidos a exitosos empresarios se
ofrecen toda clase de talleres y capacitaciones. En cuanto a los expertos que
dirigen estas capacitaciones hay dos tipos. Los primeros son empresarios que no
tienen nada que ver con el mundo de la cultura -o que vienen directamente del
entretenimiento-. En el segundo grupo están algunos empresarios de la cultura
que casi siempre son ex empleados de estas entidades públicas que se empeñan en
formarnos.
En lo que ambos
tipos de especialistas están de acuerdo es en entender lo que hacemos, simple y
llanamente, como un negocio. Su manera políticamente correcta de expresarlo es
diciendo que hacemos parte de las “industrias culturales”. Si hablamos de
industria hablamos de insumos, de cadena de producción, de mercancías… Y claro
estas mercancías hay que venderlas. Esto nos lleva al mercadeo. Por eso se nos pide que hablemos de nuestro
arte como producto, del público como comprador, de nuestros colegas
como la competencia. Como el mercado es el que manda y en nuestro mercado la
calidad no es un factor importante a la hora de consumir cultura, nos informan
que debemos replantear nuestro desmedido interés por la calidad. No importa tanto
si lo que hacemos es bueno, pero es indispensable que sea diferente, fácilmente
reconocible, y, más importante aún, novedoso. Para cada uno de estos factores
hay una palabra en ingles que lo resume y define de forma perfecta y que es
importante aprender. Yo no lo he logrado.
Una vez que
estamos adoctrinados, quiero decir capacitados, estamos listos para asistir a
las ruedas de negocios. Importantes programadores internacionales vienen a
descubrirnos para llevarnos a sus grandes festivales o muestras principalmente
de Europa -donde la gente sí es culta-. Pensamos: ¡Allá sabrán entender nuestro
arte! ¿Arte? Pero un momento, ¿es que no entendimos nada? Pues claro que no. Pero
bueno, no importa. Para eso están las ruedas de negocios, para que nos
estrellemos contra el mundo y afortunadamente están los programadores
internacionales para recordarnos las lecciones. Lo importante es que el
producto sea diferente, que sea reconocible y que sea novedoso. ¿Quedamos? Pero,
no es tan fácil. Estos tres factores deben estar enmarcados en los criterios subjetivos
de estos programadores sin dejar de tener interés cultural. ¡Alisten sus taparrabos!
Al cabo de
varias ruedas de negocios y mercados de diversa índole unos aprenderán y otros
tiraran la toalla. Incluso algunos recibirán invitaciones a Europa. Pero un
momento, los programadores no pagan pasajes internacionales. Lo que si ofrecen
es una carta de invitación para que el gobierno que fue tan amable de
invitarlos a conocer Colombia se encargue de los gastos del grupo que está
invitando. Otra opción, claro, es aprovechar esa primera invitación para
empezar a gestionar una gira, contactar con otros festivales, bares… como quien
dice: armar el circuito. Esa lección se aprende casi siempre en el quinto o
sexto mercado, así que paciencia. Los que van a Europa se devuelven llenos de
deudas pero con el corazón contento. Luego de abrir la tarima 33 a las 2 de la
tarde, pasearon, conocieron, se tomaron fotos y lo más importante: ya pueden
poner en la hoja de vida de su flamante empresa -digna representante de la industria cultural colombiana- que fueron a Europa.
Y hablando de
empresa, éste es el momento de poner en práctica todo lo que aprendimos en las
capacitaciones y que nos empeñamos en pasar por alto. Es hora de volver a la
cruda realidad. Es el momento de recordar cuando el experto empresario nos
decía: si sabe hacer canciones ofrezca sus servicios para hacer jingles, si es
bueno con el público, anime reuniones infantiles, si compró un sistema de
sonido para ensayar alquílelo para matrimonios, si es tan buen guitarrista de
clases… La cruda realidad es que hay que trabajar, así que trabajamos y no nos
va mal pero no es lo que queremos. Nos hemos formado para ser empresarios
exitosos de nuestras propias carreras y no podemos conformarnos con menos que
con el triunfo. Es momento de preguntarnos qué hicimos mal, en qué fallamos. ¿Es
la hora de cambiar el estilo de la banda? ¿de hacer canciones más alegres? ¿de
subir el beat? ¿de prescindir del bajista poco carismático? ¿de invertir en
ropita? ¿de replantear las letras? ¿de ponerle coro a las canciones? ¿de cotizar el
cambio extremo?
Yo digo que no
es el momento de preguntarse qué hicimos mal, ni de replantear lo que hacemos
en los términos del mercado. Digo que es el momento de cuestionarnos qué tanto
de verdad hay en estos postulados del empresarialismo (¿sería mejor el sufijo
itis?) y su discurso equívoco sobre las “industrias culturales”. Digo que es la
hora de reivindicar el trabajo que hacemos a diario -y que nos da de comer-
sobre el exitismo que nos inculca la lógica del mercado. Digo que debemos
entender y dejar claro que no necesitamos
que se nos civilicen. Digo que debemos dejar de usar las palabras que nos han
impuesto para referirnos a lo que hacemos y re inventar unas nuevas si es
preciso. Digo que debemos preguntarnos, eso sí, que nos mueve a empeñarnos en
el arte. Y para decir estas y otras muchas cosas es que he decidido crear este
blog. Si les aprovecha, mejor aún.