martes, 3 de septiembre de 2013

Hay una confusión en el barrio… I

En las siguientes 3 entregas voy a tratar de dilucidar qué significan y en qué se diferencian – en nuestro caso-  los términos industria, empresa y gestión cultural. Esto, al menos, para tratar de entender dónde estamos parados.  Mucho me temo que no será muy entretenido pero no falta que a alguien le aproveche.

Sobre las industrias culturales

Hace ya muchos años que se viene hablando de la "Industria cultural" pero el término no siempre se usó en relación a la necesidad de formalizar el quehacer de los artistas incomprendidos... Desde finales de los años cuarenta, se usa para referirse a ciertos mecanismos por medio de  los cuales una determinada sociedad implanta y mantiene ciertas, ideas, creencias e imaginarios entre sus miembros, lo que a su vez hace que las cosas sigan funcionando de la misma forma, para bien o para mal. Estas ideas, creencias e imaginarios no se enseñan pero subyacen en casi todos sus manifestaciones culturales (mitos, relatos, canciones, etc).

Podemos ver esta industria en funcionamiento todo el tiempo. Por ejemplo, cada vez que a través de los medios de comunicación se refuerza la imagen según la cuál las mujeres no valen nada –salvo como objeto sexual o decorado-.  Si bien, esto no se dice de manera explícita (ni mucho menos se enseña en el colegio), las imágenes que nos bombardean a diario son tan poderosas y efectivas que no hace falta que así sea. Algunos dirán que eso es cosa de antropólogos y puede que si. Como yo soy escasamente un bachiller y hago parte de aquellos músicos incomprendidos a los que quieren salvar con esta idea de las industrias culturales retomo el buen camino ya mismitico… 

Según Wikipedia (disculpen la fuente) la palabra industria se define como el “conjunto de procesos y actividades que tienen como finalidad transformar las materias primas en productos elaborados o semielaborados.” De acuerdo a esta definición, podemos asegurar que existen muchas industrias que están ligadas a la cultura aunque que no dependan exclusivamente de esta para subsistir. Un caso es la industria editorial: un día se imprime un libro y al otro un catálogo comercial. Igual pasa con la replicación de discos, por poner solo un par de ejemplos. Es una industria ligada a la cultura pero no necesariamente cultural. Se puede también pensar en la industria del entretenimiento en el caso de los canales de televisión, donde hay una infraestructura y una cadena de procesos que nunca se detiene y cuyo producto final todos conocemos.

En este punto vale la pena preguntarnos si nuestro proceso creativo corresponde a esta idea de industria. Yo hago canciones. ¿Se pueden considerar las decepciones amorosas como una materia prima? ¿Es la inspiración un insumo? Si existiera un manual técnico de cómo hacer canciones detallaría un proceso en que el cantautor bohemio (C.B) se quita la boina y se rasca la cabeza, concentrando su pensamiento en el profundo sentimiento de confusión existencial que lo caracteriza (P.S.C.E), como resultado se destilan ideas en bruto (I.B) estás luego se dejan reposar en alguna sustancia etílica (S.E), esta mezcla se vuelca en un gigantesco colador del que salen palabras con alta carga poética, no exentas de impurezas (P.P.I), luego éstas pasan por un riguroso examen en que se sacan aparte las esdrújulas (que son difíciles de rimar), las agudas y las graves…. Podría seguir con esta tontería pero el punto es que la cosa no funciona así.  ¿Queremos que funcione así? ¿Necesitamos que funcione así? Creo que estaremos de acuerdo en que la respuesta es no.

Estamos claros entonces en que la creación no es un proceso industrial. Ahora, vale la pena preguntarnos qué pasa con el resultado de nuestro proceso de creación: canciones, poemas, cuentos, novelas… ¿Son entonces estas obras el insumo de la famosa industria cultural? En la acepción de los científicos sociales, sí (pero no –en la medida en que no tienen resonancia-). De acuerdo a la definición del diccionario no, por la sencilla razón que éstas no se transformarán en otra cosa, seguirán siendo las mismas aunque pasen por algunos procesos y sufran algunos cambios (arreglos, grabación, edición, corrección de estilo, masterización, etc..). En este punto algún agudo lector pensará que en la industria alimenticia las papas tampoco dejan de ser papas y que por eso no deja de ser una industria. Yo haré como si la cosa no fuera conmigo.

Lo que si pasa es que en el momento en que decidimos materializar estas obras bien sea para que queden en manos de la gente, con suerte, o debajo de la cama , como sucede mas comúnmente, tenemos que recurrir a la industria -la del diccionario-. Ese es nuestro lugar en la cadena, por que no importa si el disco se vende o se queda debajo de la cama. Hay que pagar la impresión y la replicación. Es decir, somos una fuente de trabajo y de ingresos para estas industrias ligadas a la cultura. Para estas empresas valemos solamente como clientes y no somos cualquier cliente. No conozco las cifras oficiales pero sé que al menos en lo que se refiere a la replicación de discos, los músicos independientes representamos una importante fuente de ingresos.

Conociendo nuestro lugar en la cadena de  la industria me surgen una par de reflexiones. En el terreno de lo privado ¿por qué no juntarnos y en vez de ser un montón de artistas sueltos no nos presentamos como en ese gran cliente al que hay que cuidar? En el terreno de lo público ¿Así como el gobierno subsidia la industria del agro, no podría subsidiar a esta parte de la cadena para que sigan generando riqueza a estas industrias que en buena parte dependen de nosotros?


Por su puesto, hay muchas mas reflexiones pero de estas dos se desprenden dos temas para posteriores entregas. La primera: la agremiación como necesidad del sector y la segunda: la responsabilidad del estado en este asunto de la cultura y sus acciones. En la próxima entrega sigo con la empresa porque -aunque haya quien compone en cantidades industriales y seamos personas realmente industriosas- ¿ya quedamos en que no somos una industria cierto?

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